Últimamente he pensado mucho en el desamor... y justo hoy he visto que Eduardo Punset publicaba este articulo que habla un poco sobre el desamor, así que aprovecho para hacer la reflexión sobre esto.
En el articulo menciona que no solo se le atribuye el término a las historias mal acabadas, sino a todo tipo de historias de amor que tienen un final.
El desamor es un dolor intenso, una se desespera porque no sabe cuando terminará pero el tiempo lo cura todo.
En mi caso yo soy experta en desamor, todas mis historias han terminado mal, buscabamos cosas diferentes, la otra persona era de lejos, o simplemente los chicos no se portaron bien. Cuesta mucho recomponerse, cuesta mucho olvidar. Es cierto que , como dice en el artículo , en libros que he leido y por mi experiencia, para curar un desamor lo mejor es cambiar la rutina, hacer cosas diferentes, cambiar de ambiente, conocer gente nueva y sobre todo intentar no recordar, intetar olvidar y desaprender como dice Eduardo Punset.
Espero que te guste el artículo aunque no es muy extenso y no aporta grandes cosas que igual ya no sepas, pero invita al reflexión
En el articulo menciona que no solo se le atribuye el término a las historias mal acabadas, sino a todo tipo de historias de amor que tienen un final.
El desamor es un dolor intenso, una se desespera porque no sabe cuando terminará pero el tiempo lo cura todo.
En mi caso yo soy experta en desamor, todas mis historias han terminado mal, buscabamos cosas diferentes, la otra persona era de lejos, o simplemente los chicos no se portaron bien. Cuesta mucho recomponerse, cuesta mucho olvidar. Es cierto que , como dice en el artículo , en libros que he leido y por mi experiencia, para curar un desamor lo mejor es cambiar la rutina, hacer cosas diferentes, cambiar de ambiente, conocer gente nueva y sobre todo intentar no recordar, intetar olvidar y desaprender como dice Eduardo Punset.
Espero que te guste el artículo aunque no es muy extenso y no aporta grandes cosas que igual ya no sepas, pero invita al reflexión
Autor: Eduard Punset 27 noviembre 2011
Hace poco tuve la oportunidad –superado el cansancio de las catorce horas de vuelo desde Madrid a Puebla, a unas dos horas al sur del Distrito Federal, la capital de México– de conversar sobre el desamor con un público compuesto en gran parte de jóvenes.
Es curioso; en el público figuraba un porcentaje apreciable de jóvenes de habla inglesa. Los organizadores no sabían muy bien si pedirnos a los ponentes que diéramos la conferencia en inglés o en español, a pesar de contar con un buen sistema de traducción simultánea. En el caso del desamor no hubo ninguna duda: nadie sabía la verdadera traducción al inglés de la palabra “desamor”, bien conocida por el público latino; se diría que el resto del mundo evita hablar tanto del desamor como del suicidio.
Hay palabras, como “desamor” o “suicidio”, que no conviene recordar. Un porcentaje muy elevado de familiares de personas que se suicidaron no hace nunca ninguna referencia al modo elegido para terminar con la vida del familiar afectado. Así y todo del suicidio empezamos a saber alguna cosa, como la progresiva familiaridad del suicida potencial con el mundo de la violencia. Del desamor, en cambio, apenas se sabe nada. Por eso es bueno empezar recordando que –en una perspectiva algo más geológica del tiempo de lo que es habitual– la irrupción del desamor no tiene por qué ser siempre el anuncio de una mala nueva. En realidad, en la mitad de los casos, la finalización de un amor equivocado abre la perspectiva nada despreciable de no tener que sufrir durante otros treinta años o más la convivencia con alguien que no te quería o había agotado su capacidad de amar. No todo son pérdidas y sufrimiento acumulado en lo referente a este tema.
¿Cuáles son los remedios que están al alcance de cualquiera? La gran mayoría de los neurocientíficos recomienda, por supuesto, no encerrarse en sí mismo ahondando en el dolor de la extinción de un gran amor, sino sustituir esa emoción negativa por otra de igual intensidad pero de signo contrario. En pocas palabras: volverse a enamorar cuanto antes, mejor. Ahora bien, se trata de una solución muy imperfecta por la sencilla razón de que las personas sumidas en un gran desamor no están en condiciones ni tienen ganas de volver a enamorarse de inmediato, a no ser que cuenten con una ayuda muy especial.
¿Cuál es esa ayuda? Sencillamente, cambiar de entorno, de costumbres, de idioma si es preciso, de universo. Lo último que se debe hacer es continuar asomando la cabeza en los bares de siempre, seguir comprando el mismo periódico que antes se leía con la pareja o ir a los mismos cines o a ver idénticos escaparates que antaño.
Lo que la ciencia nos está descubriendo es que frente al desamor es imprescindible desaprender; una competencia de la que nunca se nos habló en la escuela o en la familia: el desaprendizaje. Lo importante siempre fue aprender y aprender; aunque fueran tonterías. Pero me gustaría saber a cuántos de mis lectores se les enseñó a desaprender. ¿Cuántos han conseguido por sus propios medios desaprender algo que no convenía, en absoluto, conservar en la memoria?
También es cierto que no hay mal que por bien no venga. Los individuos y países que más veces y más intensamente deben soportar las tristezas y el desamparo del desamor son también, obviamente, aquellos individuos y países con mayor capacidad emocional para amar. Solo puede producirse el desamor donde hubo antes mucho amor.
Era lógico que, en el auditorio de Puebla, los ciudadanos de un país como México estuvieran particularmente interesados en el desamor; eran ciudadanos de un país donde el amor y la pasión estaban por encima del promedio.
Es curioso; en el público figuraba un porcentaje apreciable de jóvenes de habla inglesa. Los organizadores no sabían muy bien si pedirnos a los ponentes que diéramos la conferencia en inglés o en español, a pesar de contar con un buen sistema de traducción simultánea. En el caso del desamor no hubo ninguna duda: nadie sabía la verdadera traducción al inglés de la palabra “desamor”, bien conocida por el público latino; se diría que el resto del mundo evita hablar tanto del desamor como del suicidio.
Hay palabras, como “desamor” o “suicidio”, que no conviene recordar. Un porcentaje muy elevado de familiares de personas que se suicidaron no hace nunca ninguna referencia al modo elegido para terminar con la vida del familiar afectado. Así y todo del suicidio empezamos a saber alguna cosa, como la progresiva familiaridad del suicida potencial con el mundo de la violencia. Del desamor, en cambio, apenas se sabe nada. Por eso es bueno empezar recordando que –en una perspectiva algo más geológica del tiempo de lo que es habitual– la irrupción del desamor no tiene por qué ser siempre el anuncio de una mala nueva. En realidad, en la mitad de los casos, la finalización de un amor equivocado abre la perspectiva nada despreciable de no tener que sufrir durante otros treinta años o más la convivencia con alguien que no te quería o había agotado su capacidad de amar. No todo son pérdidas y sufrimiento acumulado en lo referente a este tema.
¿Cuáles son los remedios que están al alcance de cualquiera? La gran mayoría de los neurocientíficos recomienda, por supuesto, no encerrarse en sí mismo ahondando en el dolor de la extinción de un gran amor, sino sustituir esa emoción negativa por otra de igual intensidad pero de signo contrario. En pocas palabras: volverse a enamorar cuanto antes, mejor. Ahora bien, se trata de una solución muy imperfecta por la sencilla razón de que las personas sumidas en un gran desamor no están en condiciones ni tienen ganas de volver a enamorarse de inmediato, a no ser que cuenten con una ayuda muy especial.
¿Cuál es esa ayuda? Sencillamente, cambiar de entorno, de costumbres, de idioma si es preciso, de universo. Lo último que se debe hacer es continuar asomando la cabeza en los bares de siempre, seguir comprando el mismo periódico que antes se leía con la pareja o ir a los mismos cines o a ver idénticos escaparates que antaño.
Lo que la ciencia nos está descubriendo es que frente al desamor es imprescindible desaprender; una competencia de la que nunca se nos habló en la escuela o en la familia: el desaprendizaje. Lo importante siempre fue aprender y aprender; aunque fueran tonterías. Pero me gustaría saber a cuántos de mis lectores se les enseñó a desaprender. ¿Cuántos han conseguido por sus propios medios desaprender algo que no convenía, en absoluto, conservar en la memoria?
También es cierto que no hay mal que por bien no venga. Los individuos y países que más veces y más intensamente deben soportar las tristezas y el desamparo del desamor son también, obviamente, aquellos individuos y países con mayor capacidad emocional para amar. Solo puede producirse el desamor donde hubo antes mucho amor.
Era lógico que, en el auditorio de Puebla, los ciudadanos de un país como México estuvieran particularmente interesados en el desamor; eran ciudadanos de un país donde el amor y la pasión estaban por encima del promedio.
Cada día estoy más enamorada!!! de mi nuevo yo, de la vida, que me sonrío en el espejo y veo una criatura nueva, realizada y más fuerte...gracias a personas como tú que me han ayudado en mi camino. Sólo por eso también te quiero a tí, jejeje muchos besos, feliz Navidad...y que no decaiga el blog.
ResponderEliminarGracias por participar siempre guapa! he de decir que me alegra mucho saber que te sientes mas fuerte,q sonries mas, que te vas superando cada día y sobre todo que te quieres!
ResponderEliminarGracias también es gracias a personas como tú que con tu alegria , tu optimismo y tu amistad cambian las cosas.
besos